lunes, 22 de julio de 2013

Lista de las características imprescindible para pertenecer a una clase selecta...






... Va dirigida toda la atención de los que ofrecen "algo que vale la pena tener". Y me dedicaria a vincularme exclusivamente con gente "Clase C".

Con la letra "C" de clase quisiera vincularme solo con personas que estén ocupadas en Conocerse, que no tengan miedo de lo que pueda encontrar dentro de sí mismas, que se acepten tal y como son.

Con la letra "l" quisiera a mi alrededor hombres y mujeres que se declaren Libres, que sean capaces de darse permiso de ser quienes son, de pensar lo que piensan y de sentir lo que sienten, que corran sus propios riesgos y busquen lo que saben que necesitan.

Con la letra "a" quisiera vincularme con aquellos que saben  lo que es Amar, y, por lo tanto son capaces de amar a otros y, especialmente, capaces de dejarse querer.

Con la letra "s" me vincularía con aquellos que hayan logrado conquistar un espacio de Serenidad, como resultado de su propio crecimiento. Con aquellas personas que no tienen ninguna prisa y que están en paz con sus propias vidas, con su pasado y con su futuro.

Y con la "e" me gustaría estar acompañado por aquellos que son capaces de Entregarse, comprometidamente a lo que viven, poniendo su corazón y su cerebro para avanzar en el camino.




Esta sería para Jorge Bucay, gente de clase. Pero dijo "Clase C". ¿Qué significa esta "C" que calificaría a la gente para pertenecer o no, a este burdo esquema casi discriminador?
Esta ultima "C", es fundamental. Quisiera rodearme exclusivamente de hombres y mujeres que puedan Compartir, lo aprendido. Personas capaces de escuchar y de hacerse oír. Individuos que comprenden que el placer auténtico y pleno pocas veces es solitario. Seres humanos con conciencia gregaria que hacen de su capacidad de compartir lo que saben, lo que tienen y lo que son un motivo para seguir adelante.





Pensaremos que no se puede compartir todo con todo el mundo y quizá tengas razón. Pero Jorge Bucay habla de la capacidad de hacerlo. Quiere hacernos ver que debemos intentar caminar con aquellos que comparten conmigo esos ideales, aunque luego nos perdamos juntos en algunos lugares mal iluminados de nuestras vidas.
Me dirás que para poder compartir una vida, un trayecto o un proyecto hace falta cierta compatibilidad que no es automática ni frecuente. Te diré que es verdad u que es parte de nuestro desafío poder aceptar que hay otros  que , con todo el derecho, eligen caminos apartados del nuestro, pero que hay muchos, muchísimos, que caminan a nuestros lado y no siempre los vemos.
A veces nos empeñamos en mirar hacia otro lado. Otras, ellos se esconden de nosotros, vetea a saber por qué miedos. Y tal vez en demasiadas ocasiones dejamos que las gafas de nuestros prejuicios descarten a quienes son los compañeros de rutas ideales

Cuando oímos hablar por ejemplo,  de la compatibilidad de la pareja, nos damos cuenta de que se la suele identificar con cierta similitud en los gustos y las opiniones. Creemos, con frecuencia y tozudez, que para que una pareja funcione es necesario que ambos disfruten de las mismas cosas y que tengan la misma ideología. Sin embargo, en nuestra experiencia como terapeutas y como habitantes de este mundo complejo, confirmamos que estas semejanzas no pasar de ser anecdóticas en el mejor de los casos y hasta empobrecedoras en otros.

En realidad, la verdadera compatibilidad radica, precisamente, en la armonía de las diferencias. En que nuestro compañero o compañera camine en nuestra misma dirección y comparta cierto mínimos de ideología, pero que aporte al vínculo rasgos, características o habilidades de los que nosotros carecemos y de los que podamos aprender, aspectos valioso que nos ayudarán en el camino a ser mejores cada día.







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