Creo que hemos perdido el “oremus”. La
prueba definitiva la estoy haciendo estas últimas semanas con un “experimento”
en el que me acompañan mis hijos y que todo el mundo puede hacer de manera
sencilla. Consiste en coger el coche o la moto y salir por la ciudad. Cuando el
semáforo se ponga rojo, hay que parar, por supuesto. Lo importante ocurre
cuando se pone verde; hay q contar hasta 3 antes de acelerar y seguir con la
marcha. A mis hijos les encanta! La cantidad de pitidos, insultos, vejaciones y
gritos que escuchamos es espectacular!! Todo porque nos hemos retrasado 3
segundos en continuar nuestra marcha. Es increíble. Estamos muy tarados.
Ha coincidido también que en el árbol
de mi calle han colocado un cartel que dice: “busca y encuentra; ¿cansado de
buscar la felicidad?, ¿nada te llena?, ¿te sientes vacío y frustrado? Ven a
vernos, primera visita gratuita”. Estamos muy mal, pero mucho.
Con esta experiencia reciente pensé en
escribir este artículo con el título “cómo lograr el equilibrio y la serenidad
con el ritmo de vida actual”, aunque al final cambié el título.
Lo que creo sinceramente es que no se
puede hallar solamente fuera lo que tenemos dentro. Corremos y luchamos por
lograr cosas externas, nos dejamos la piel y algunos hasta la vida y cuando
obtenemos algo, resulta que terminamos por acostumbrarnos y aburrirnos,
volviendo al sentimiento de insatisfacción;
cuando no lo conseguimos, nos sentimos frustrados y desdichados, claro
que si! Pienso que el verdadero bienestar no es sólo un estado externo, sino
también una situación anímica, un estado mental y emocional. Todos deberíamos
poner condiciones para mejorar nuestra calidad de vida externa, pero sobre todo
mejorar la interna, porque muchas veces no se pueden controlar las situaciones
externas pero si nuestra actitud interior ante ellas. La alegría interior no
depende solamente de las causas externas. Si para sentirse bien o alegre hay
que esperar a que todo vaya bien en nuestras vidas lo tenemos claro. La gran
mayoría de las personas sólo se sienten bien y alegres como reacción a las
circunstancias favorables, pero hay una alegría mucho más profunda, estable y
segura y que no es una mera reacción a situaciones externas, sino que nace de
lo más profundo de uno mismo cuando nuestras actitudes son las correctas. La
felicidad es la paz interior, la calma mental, la serenidad. Sin esta, no
podemos disfrutar de las alegrías externas. Y eso es lo que nos falta,
serenidad y paz interior.
El apego engendra ansiedad, avaricia, temor, celos y odio. No se trata de inclinarnos por una inútil austeridad o malsana tacañería, sino de disfrutar de las cosas externas sin dejar que nos posean. Si sólo buscamos fuera nos convertimos en máquinas de desilusión, tensión y desdicha; en coleccionistas de placeres, consumistas disparatados y acumuladores frenéticos. Por mucho que nos hayamos desarrollado en el nivel externo de lo material, si nuestras relaciones con los demás son malas, no tenemos paz interior ni serenidad, ¿de qué nos sirve todo aquello?
El apego engendra ansiedad, avaricia, temor, celos y odio. No se trata de inclinarnos por una inútil austeridad o malsana tacañería, sino de disfrutar de las cosas externas sin dejar que nos posean. Si sólo buscamos fuera nos convertimos en máquinas de desilusión, tensión y desdicha; en coleccionistas de placeres, consumistas disparatados y acumuladores frenéticos. Por mucho que nos hayamos desarrollado en el nivel externo de lo material, si nuestras relaciones con los demás son malas, no tenemos paz interior ni serenidad, ¿de qué nos sirve todo aquello?
El punto crítico reside en controlar
nuestra actitud y para ello, la clave esta en fomentar las emociones positivas
y en limitar y reducir las negativas. Hay que ser como un alquimista,
transformando nuestros pensamientos de mala calidad en otros de gran calidad,
de este modo, la presencia de emociones positivas en nuestra mente va dejando
cada ve menos espacio y eliminando las emociones negativas.
Para ello hay que tener claro el sentido de nuestra vida y aprender a relativizar, ser agradecido, mantener un equilibrio entre los diferentes roles de nuestra vida, ser optimista, tener ilusiones, luchar y no llorar tener unas magníficas habilidades de relación con los demás, crecer en virtudes como la generosidad, la paciencia, la compasión, la bondad, control del ego y librarse de las emociones negativas como la envidia, el resentimiento, la codicia, la vanidad. Uno de los mejores propósitos de la vida es luchar para ser una persona mejor. Aprender a vivir es aprender a ser.
Para desarrollar nuestra calma mental
debemos buscar momentos para pensar, aprender a pensar para reconocer el
sentido de nuestra vida y alinear nuestras acciones para que sean coherentes,
buscar momentos de silencio y reflexión; la serenidad está en el silencio. Sin
embargo, estamos en un mundo donde todo el mundo hace nada a toda pastilla,
cuando lo importante es analizar a qué se dedica ese tiempo. Cuidar de nuestra
paz mental debería ser prioritario, pero claro, nunca hay tiempo para lo
prioritario.
Victor Küppers